Nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836, hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como José Domínguez Bécquer. Su madre fue Joaquina Bastida de Vargas. Por el lado paterno descendía de una noble familia de comerciantes de origen flamenco, los Becker o Bécquer, establecida en la capital andaluza en el siglo XVI; de su prestigio da testimonio el hecho de que poseyeran capilla y sepultura en la catedral misma desde 1622. Tanto Gustavo Adolfo como su hermano, el pintor Valeriano Bécquer, adoptaron artísticamente Bécquer como primer apellido en la firma de sus obras. Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y muere el 22 de dicho mes, coincidiendo con un eclipse total de sol. En los días de su agonía, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas
Poesía:
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
eso eres tú.
Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
¡como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
¡eso soy yo!
Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!.
LEYENDA:
"Maese Pere, El Organista"
*En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y mientras esperaba que comenzase la misa del Gallo oí esta tradición a una demandadera del convento.
Como era natural, después de oírla aguardé impaciente que comenzara la ceremonia, ansioso de asistir a un prodigio.
Nada menos prodigioso, sin embargo, que el órgano de Santa Inés, ni nada más vulgar que los insulsos motetes con que nos regaló su organista aquella noche.
Al salir de la misa no pude por menos que decirle a la demandadera con aire de burla:
-¿En qué consiste que el órgano de maese Pérez suene ahora tan mal?
-¡Toma! -me contestó la vieja-, ¡es que ése no es el suyo!
-¿No es el suyo? ¿Pues qué ha sido de él?
-Se cayó a pedazos de puro viejo hace una porción de años.
-¿Y el alma del organista?
-No ha vuelto a aparecer desde que colocaron el que ahora lo sustituye.
Si a alguno de mis lectores se le ocurriese hacerme la misma pregunta después de leer esta historia, ya sabe por qué no se ha continuado el milagroso portento hasta nuestros días.
Había en un convento Sevillano, llamado Santa Inés un famoso organista llamado Maese Pérez al cual iba a escuchar toda Sevilla. El día de la misa del Gallo ésta se retrasa porque Maese Pérez está enfermo y un organista envidioso y enemigo de Maese Pérez se ofrece para tocar, en esto aparece Maese Pérez que es llevado en un sillón por sus incondicionales diciendo que no quería morir sin tocar en aquella misa. Cuando comienza la consagración resuena majestuoso el órgano hasta que de repente este queda mudo, Maese Pérez acaba de morir.
En la Misa de Gallos del año siguiente para sustituir a Maese Pérez le viene un nuevo organista al que toda la gente creía uy malo, pero la melodía del órgano sonaba como siempre, al terminar de tocar, el nuevo organista juro que jamás volvería a tocar ese órgano. A los dos años de la muerte de Maese Pérez, la madre superiora encargó a la hija de éste, la cual había entrado de novicia que fuera ella la encargada de tocar el órgano. En el momento de la consagración la hija de Maése da un grito diciendo que ve a su padre tocando, pero el órgano suena solo sin que nadie lo toque.
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